Hacerle lo que vulgarmente llamamos los «cuernos» a una monja es un pecado. Que no te pillen haciéndolo un recuerdo del peligro que corrías al intentarlo.
Hacerle lo que vulgarmente llamamos los «cuernos» a una monja es un pecado. Que no te pillen haciéndolo un recuerdo del peligro que corrías al intentarlo.